jueves, 11 de marzo de 2010

Ibiza - 11 de marzo del 2009 Inauguración del II Encuentro Internacional de Literatura

Lectura poética a cargo de Humberto Ak´abal.
  
                                                             

Cantos onomatopéyicos, pequeñas historias, breves perlas escritas en maya k´iché y traducidas al castellano por el mismo autor, fueron los regalos del poeta guatemalteco Humberto Ak´abal al público asistente a la jornada inaugural de la segunda edición de la Trobada Internacional Eivissa, Port Mediterrani del Llibre. Escuchar sus textos en lengua indígena fue un lujo de sonidos. Su lectura poética en Es Polvorí compartió espacio con la muestra de ´Carteles por la integración de la palabra´.
EIVISSA | RAQUEL SÁNCHEZ

«En tiempos de crisis no hay que ahorrar en cultura», aseguraba anoche Lurdes Costa, alcaldesa de Vila, ante las decenas de escritores y personas pertenecientes al mundo de la cultura que acudieron a Es Polvorí para escuchar al autor guatemalteco Humberto Ak´abal.
Este escritor indígena realizó la lectura poética con la que se inauguraba la segunda edición de la Trobada Internacional de Literatura Eivissa, Port Mediterrani del Llibre. Gabriel Torres Chalk, representante de la asociación promotora de este encuentro, se encargó de introducir al protagonista de la velada no sin antes señalar el equilibrio que se ha buscado en esta nueva edición entre corrientes literarias novedosas y otras ya consolidadas. «Nacemos con el recuerdo del futuro», es el verso de Ak´abal elegido para presentar a este «tejedor de palabras» que expresa el diálogo con la naturaleza en versos sencillos.
El guatemalteco, de baja estatura, cabellos plateados y cinta sobre la frente, explicó a los presentes que habla maya k´iché, la lengua de sus antepasados y se autotraduce al castellano, que considera su segunda lengua. «Soy dos poetas en uno y hago la alfarería de los poemas en la lengua en la que voy a traducir», señaló antes de adelantar que en su cultura es tradición unir canto y literatura. Tal y como él hizo. Él mismo seleccionó una serie de textos que interpretó para el público ibicenco en su lengua permitiendo disfrutar de la sonoridad de la misma y traduciendo después al castellano para que los atentos espectadores pudieran alcanzar sus contenidos.
«Yo no mamé la lengua castellana cuando llegué al mundo. Mi lengua nació entre árboles, tiene sabor a tierra?», recita para apuntar que el castellano es una llave que le permite abrir otra puerta, que es el recuerdo de un dolor y que fue una lengua comprada con la sangre de sus ancestros.
«De vez en cuando camino al revés, es mi modo de recordar». «No es que las piedras sean mudas, sólo guardan silencio», «No era bella, pero la sentí en mí como la luna en el agua» o «Quisiera dejarte mi corazón así como está, roto, con el sueño de que tal vez la grieta pudiera servirte de puerta» fueron algunas de las perlas que salieron de la boca del poeta.
Torres Chalk permitió un respiro a su invitado leyendo algunos versos de Ak´abal traducidos al catalán en ´Vaixell de pedra´, la tesis doctoral de un estudiante de la Universitat Autònoma de Barcelona sobre el autor de Guatemala.
El recital terminó con música con los cantos onomatopéyicos propios de su cultura, «que no se pueden traducir porque son sonidos para sentirlos». Así se sucedieron ´Invitación al espíritu de las montañas´, ´Conjuro por la lluvia´, ´La canción del fuego´ o ´Cantos de pájaros´, un sorprendente texto que permitió comprobar cómo los indígenas guatemaltecos nombran a las aves reproduciendo sus cantos. Unos cantos tan abundantes, según lo que se pudo escuchar en Dalt Vila, que la de Ak´abala debe ser una tierra repleta de pájaros.
Es Polvorí albergaba también anoche el cóctel inaugural de ´Carteles por la integración de la palabra´, una muestra en la que han colaborado distintas asociaciones de la isla y que incluye una veintena de carteles con textos, retratos y fotografías de poetas españoles, cubanos, franceses, colombianos, etc.



Ana Becciu: “Me esfuerzo en nombrar con mi lengua lo que no está”

 

  Entrevista, por Vicente Valero                                                          

                                                                      
Nació y estudió en Buenos Aires, aunque ya lleva tres décadas viviendo y trabajando en Europa. Llegó a Barcelona en 1976 y se instaló en París en 1981. Pero son muchas sus ciudades, ya que su trabajo como traductora para distintos organismos de la ONU la ha llevado también a Ginebra, a Viena y a Londres. Ha publicado cuatro libros de poemas, el último, ‘La visita’, en el 2007. Y se ha ocupado para Lumen de la edición de las obras completas de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, una autora de culto para muchos. Como traductora literaria ha publicado, entre otros, novelas de Tennessee Williams, cuentos de Vernon Lee y la correspondencia entre Hannah Arendt y Mary McCarthy. Llega a Eivissa para clausurar el domingo la segunda edición de Puerto Mediterráneo del Libro.

— Ha escrito cuatro libros de poemas y en todos ellos el tema del amor ocupa una lugar de privilegio. ¿Ha sido y es el amor también el sentimiento que le ha animado a escribir poesía?
—Dos son los libros en los que el tema del amor es aparente: ‘Por ocuparse de ausencia’ y ‘Ronda de noche’. Fueron escritos casi contemporáneamente, en un lapso de tiempo existencial, que puede ser visto como extenso, si uno lo cuenta como tiempo de la existencia del individuo, o intenso, si uno lo cuenta como tiempo de una existencia personal. En los otros dos libros, ‘Como quien acecha’ y ‘La visita’, si bien hay textos en los que es aparente el amor, la exploración que se explicita es la de la identidad y sus desapariciones. Este tema, que enuncia torpemente ‘Como quien acecha’, se articula con ‘Ronda de noche’, con el uso de los pronombres, que en ‘La visita’ se radicaliza. No es, entonces, el sentimiento del amor el que me ha animado a escribir poesía. Lo lamento. Verá usted, cuando empecé a escribir ‘Ronda de noche’ me proponía hacer un ensayo sobre el amor. Es decir que mi punto de partida fue intelectual, no sentimental. Y como un ensayo es una exploración y una reflexión, la escritura misma, a través del lenguaje que estaba usando, y detrás de la lengua que es la mía, develó las arenas movedizas de las que trata de salir el decir: quién dice, a quién lo dice. Alberto Manguel, que es un lector muy sutil, en su prólogo a ‘La visita y otros libros’ dice que amar –las palabras «amor» y «amar» resuenan por los cuatro libros– «consiste en buscar siempre lo que no puede verse, lo que no será nunca del todo nuestro», lo que no está. De esto se trata: de ausencias. Me esfuerzo con mi lengua en nombrar lo que no está, lo que de nosotros ya no está.


—¿Existe una poesía «femenina», distinta, con carácter propio?
—La poesía es «femenina». No importa el sexo de quien la dice. Es genéricamente femenina. Es el lado «ella» del lenguaje. Es excéntrica e histérica, y por eso es revolucionaria, es Casandra y es Antígona. Por eso decía Celan que la poesía «se adelanta a nosotros, quema nuestras etapas».
—¿Cuáles han sido y son hoy sus poetas de referencia?
—Los que han sido lo son también hoy, sólo que he ido descubriendo a otros. Darío, César Vallejo, Cernuda, Lezama Lima, Juan L. Ortiz, Enrique Banch, Pizarnik, Olga Orozco, Artaud, Michaux, Shakespeare, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Rilke, Sylvia Plath, Auden, John Donne, Djuna Barnes, Néstor Perlonguer, Paul Celan, Juan Gelman, Anne Carson, Gloria Gervitz, Jean-François Bory, Arturo Carrera; en fin, la lista es larga.

—Ha editado la poesía completa de Alejandra Pizarnik. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿Qué importancia ha tenido esta poeta en usted y en su obra, así como en la poesía hispanoamericana?
—El proyecto surgió de una conversación con Ana María Moix, en 1976, cuando llegué a Barcelona. Me presentó a Esther Tusquets y se lo planteamos. A fines de los años 90 la idea se concretó y Esther asumió el riesgo de editar la obra completa, diarios incluidos. Leí por primera vez la poesía de Pizarnik a los dieciocho años y poco tiempo después el azar quiso que nos conociéramos personalmente. Alejandra era muy generosa con los aprendices de poeta y nos apoyaba mucho. Una se sentía muy respetada cuando ella te corregía un poema que le llevabas (que te exigía que le llevaras, como quien te sienta a hacer los deberes), y sus correcciones eran tremendas; la mayor parte de las veces no quedaba nada de lo que habías escrito, y tenías que hacerlo de nuevo u olvidarlo, pero ella no te dejaba olvidarlo. Además nos hacía leer mucho, todos los poetas que ella conocía y nosotros todavía no. Marianne Moore decía que el poeta no habla la lengua sino que la medita. De esta meditación de Alejandra Pizarnik nace la nueva poesía hispanoamericana.

—Olga Orozco también es una referencia constante en usted, por su amistad y su obra….
—Olga Orozco es una gran referencia en mi vida, no sólo porque su poesía, una de las mayores que se han escrito en nuestra lengua, fue y sigue siendo fundamental (para todos nosotros) sino también porque fue una gran amiga mía, y que su amistad me acompañó siempre, viviendo ella en Buenos Aires y yo en París. La echo mucho de menos. Sus consejos, sus recomendaciones, el ejemplo que fue su vida, como poeta y como mujer, son mi tesoro; lo llevo conmigo a todas partes.

—Como traductora, ¿se producen interferencias entre la obra del autor traducido y la suya propia?
—No, no creo que los libros que traduzco interfieran en mi escritura. Vivo de mi trabajo de traductora, pero muchas veces tengo la inmensa suerte de traducir libros que amo, que quiero que otras personas lean, quiero que estén en castellano, que vengan a formar parte de nuestra cultura.

—Recordamos a Cortázar en Puerto Mediterráneo del Libro… ¿Qué puede decirnos de su obra?
—Leer a Julio Cortázar es como abrir una ventana y descubrir un mundo. Su obra no se agota en un libro o una lectura. Cortázar será con el correr de los siglos como Cervantes o Shakespeare: siempre moderno, siempre innovador, siempre incitador.

—¿Y como traductor?
—Fue un traductor excepcional; ahí tenemos las ‘Memorias de Adriano’, de Yourcenar, o los ‘Cuentos’ de Poe, obras que hoy, en su traducción, son nuestro patrimonio cultural.

—¿Había estado usted antes Ibiza?
—Visité Ibiza una sola vez, creo que en 1980, más o menos. Vine a visitar a una amiga argentina que vivía en una casita alejada en medio del campo. Era verano y me acuerdo de la luz, del viento, del color del mar, y como no había agua en la casa, me acuerdo que nos duchábamos al aire libre, con el último rayo de sol de la tarde.